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El mejor sexo de mi vida con un desconocido vacaciones en la montaña

El mejor sexo de mi vida con un desconocido vacaciones en la montaña

El mejor sexo de mi vida con un desconocido – Vacaciones en la montaña

El aire fresco de la montaña me envolvía mientras observaba el atardecer desde la cabaña que había alquilado para mi escapada solitaria. Necesitaba desconectarme de la rutina y encontrarme conmigo misma. Lo que no imaginaba era que esa noche cambiaría mi vida.

Había decidido caminar por un sendero cercano, dejando que la brisa fría acariciara mi piel. Fue entonces cuando lo vi. Un hombre alto, de cabello oscuro y ojos intensos, estaba apoyado contra un árbol, contemplando el paisaje. Nos miramos, y una corriente eléctrica recorrió mi cuerpo.

—Hermoso atardecer —dijo con voz grave y envolvente.

—Sí, es espectacular —respondí, sintiendo que mi pulso se aceleraba.

Intercambiamos algunas palabras, y pronto la conversación fluyó como si nos conociéramos de toda la vida. Su nombre era Daniel, y también estaba de vacaciones. Me invitó a su cabaña a tomar una copa de vino, y aunque sabía que debía ser cautelosa, la atracción que sentía por él me nublaba la razón.

La cabaña estaba cálida, iluminada por la tenue luz de la chimenea. Nos sentamos en el sofá, nuestras copas en la mano, y la conversación se tornó más íntima. Su voz era hipnotizante, sus gestos seguros. Cuando su mano rozó la mía, sentí un escalofrío recorrerme.

No hubo necesidad de palabras. Nos miramos y, en un movimiento sincronizado, nuestros labios se encontraron. Su beso era intenso, hambriento, como si hubiera estado esperando ese momento tanto como yo. Sus manos exploraban mi cuerpo con una mezcla perfecta de firmeza y ternura, despertando cada fibra de mi ser.

La ropa cayó al suelo en un juego de urgencia y deseo. Su piel estaba cálida contra la mía, y el fuego crepitante parecía avivar aún más el ardor entre nosotros. Me llevó hasta la cama y su cuerpo cubrió el mío con precisión y pasión. Cada caricia, cada beso, era una promesa de placer inigualable.

Sus labios recorrieron mi cuello, bajando lentamente mientras sus manos seguían descubriendo cada rincón de mi cuerpo. Cuando llegó a mi entrepierna, un gemido escapó de mis labios. Su lengua se movía con maestría, llevándome a un éxtasis que nunca antes había experimentado. Mis manos se aferraban a las sábanas, mi cuerpo temblaba de placer.

Cuando finalmente entró en mí, el mundo pareció desvanecerse. Su ritmo era perfecto, sus gemidos encendían aún más mi deseo. Nos movíamos en una danza sincronizada de pasión y lujuria, cada embestida llevándome más cerca del clímax. Hasta que finalmente, en un estallido de placer absoluto, ambos llegamos al orgasmo, quedando exhaustos pero satisfechos.

Permanecimos abrazados, con nuestras respiraciones entrecortadas mezclándose en la penumbra. No importaba que fuéramos desconocidos; en ese momento, éramos todo el universo el uno para el otro.

A la mañana siguiente, desperté entre sus brazos, sabiendo que esa noche en la montaña quedaría grabada para siempre en mi piel y en mi memoria.

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