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Paco cuenta sus Encuentros sexuales entre hombres en el gimnasio.

Paco cuenta sus Encuentros sexuales entre hombres en el gimnasio.

Paco siempre había sido un hombre reservado. Su rutina diaria consistía en el trabajo, sus compromisos y su tiempo en el gimnasio, un lugar donde podía desconectar del estrés y centrarse en su bienestar físico. A lo largo de los años, había hecho algunos amigos en el gimnasio, pero uno en particular había captado su atención más que los demás.

Marcelo, un hombre alto y en forma, siempre llegaba a la misma hora que Paco, y aunque intercambiaban saludos, sus conversaciones nunca eran muy profundas. Paco solía enfocarse en sus entrenamientos, pero la presencia de Marcelo parecía llenarlo de una energía diferente. Algo en su forma de moverse, en la calma de su mirada, le hacía pensar que había algo más que solo ejercicio entre ellos.

Una tarde, después de una sesión particularmente intensa, Paco decidió hacer una pausa cerca de la zona de pesas, mientras Marcelo terminaba su rutina. Fue entonces cuando, sin planearlo, sus miradas se cruzaron. Paco sintió una chispa, una pequeña corriente de energía que recorrió su cuerpo al instante. Era como si, por un breve segundo, el gimnasio se desvaneciera, y solo quedaran ellos dos, en ese pequeño espacio compartido.

Marcelo se acercó con una sonrisa, como si hubiera notado la tensión silenciosa entre ambos. Sin palabras, pero con un gesto, le ofreció una botella de agua, un pequeño detalle que Paco interpretó como algo más. Las charlas casuales sobre rutinas y suplementos dieron paso a conversaciones más personales, sobre la vida fuera del gimnasio, los intereses comunes, y las pequeñas anécdotas que ambos compartían. De repente, el gimnasio dejó de ser solo un lugar de ejercicio para convertirse en un espacio donde sus destinos parecían entrelazarse.

A lo largo de las semanas, esos encuentros se convirtieron en algo más esperado. La química entre ellos crecía, aunque ambos sabían que, en el contexto en que se encontraban, solo era una amistad que se tejía lentamente. Paco no podía evitar notar cómo la cercanía de Marcelo comenzaba a afectarlo de maneras que no había experimentado antes. Había algo en sus gestos, en la forma en que se reía, en su manera de mirar con una intensidad casi imperceptible, que lo hacía sentir nervioso pero al mismo tiempo intrigado.

Un día, después de una sesión particularmente agotadora, Marcelo invitó a Paco a un café, una invitación simple que Paco aceptó sin pensarlo demasiado. Mientras conversaban, la conversación fluía con naturalidad, pero había algo más en el aire, una tensión sutil que no podían ignorar. Paco sintió el deseo de hacer una pregunta que había estado rondando en su mente durante semanas, pero no se atrevió a formularla en voz alta.

Fue entonces cuando Marcelo, al parecer sintiendo la misma inquietud, rompió el silencio. “¿Te has dado cuenta de que, cada vez que nos encontramos aquí, hay algo diferente? Algo que va más allá del gimnasio…” Paco lo miró fijamente, sin saber qué decir al principio. Pero la sinceridad en los ojos de Marcelo lo hizo sentir que no estaba solo en esa confusión de emociones.

Ambos sabían que esa conexión que compartían no se trataba solo de amistad. Había algo más profundo, algo que trascendía las palabras y las convenciones del lugar en que se encontraban. Sin necesidad de explicarlo todo, simplemente se entendieron.

A partir de ese momento, las cosas cambiaron. No necesitaban decirlo todo, porque en sus miradas y gestos había un entendimiento mutuo. Cada encuentro en el gimnasio, cada conversación, se convirtió en una oportunidad para explorar lo que aún no se había definido del todo.

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