Tiempo de lectura estimado: 3 minutos
Sexo en el antro renata cuenta como sentía el pene de su amado cada perreo.

Sexo en el antro renata cuenta como sentía el pene de su amado cada perreo.

El bajo retumbaba en las paredes y el humo artificial le daba al lugar una atmósfera casi irreal, como si el tiempo se hubiese detenido entre luces estroboscópicas y cuerpos sudorosos. Renata cerró los ojos por un momento y se dejó llevar por el ritmo pegajoso del reguetón que inundaba cada rincón del antro.

Vestía un conjunto ajustado de dos piezas, negro, con detalles brillantes que reflejaban las luces violetas del lugar. Se movía con soltura, sintiendo cada nota como una invitación a desatar lo que llevaba dentro. Desde hacía semanas, ansiaba ese momento. Y ahí estaba él, su amado, el dueño de sus fantasías más salvajes, esperándola al borde de la pista, con esa sonrisa ladina que la volvía loca.

No necesitó que la llamara. Ella simplemente lo sintió. Lo buscó entre la gente y sus miradas se encontraron. Un segundo bastó. Se acercó como si todo el lugar desapareciera a su alrededor. Cuando sus cuerpos se unieron al ritmo del perreo, supo que la noche apenas comenzaba.

La primera canción fue suave, casi tímida, un calentamiento. Pero con la siguiente, sus caderas comenzaron a responder con una sincronía que parecía practicada. El cuerpo de él se pegó a su espalda y sus manos se posaron en su cintura con firmeza. La música subía de tono, y también lo hacía la tensión entre los dos.

Cada vez que Renata bajaba, lo sentía más cerca. Sentía su respiración en su cuello, y, sin necesidad de mirarlo, sabía lo que estaba ocurriendo. Su erección era evidente, imposible de ignorar. Cada movimiento de cadera la hacía estremecer. No necesitaba verlo para saber cuánto la deseaba. El vaivén de sus cuerpos era tan perfecto que se sentía como una danza secreta, privada, aunque estuvieran rodeados de decenas de personas.

—¿Te das cuenta de lo que me haces? —le susurró él al oído, con voz grave.

Renata solo sonrió y arqueó más su espalda, pegándose a él como si quisiera fundirse con su cuerpo. Sentía el roce de su miembro a través de la ropa, duro, pulsante, alineado con su deseo. A cada perreo, a cada canción, la fricción aumentaba, y la ropa parecía estorbarles más y más.

Las manos de él descendieron por su abdomen hasta sus caderas, guiándola, intensificando el contacto. La sensación del pene de su amado frotándose con insistencia contra ella, incluso a través de las telas, le provocaba escalofríos y cosquilleos que se multiplicaban con el ritmo de la música. Era como si el antro se hubiese convertido en su propio escenario, donde todo estaba permitido y cada roce era una promesa.

Renata giró el rostro apenas, lo suficiente para que sus labios rozaran los de él. Un beso breve, húmedo, cargado de electricidad. No necesitaban palabras. Ambos sabían que aquello no terminaría en la pista. El deseo estaba en su punto más alto.

La música cambió de ritmo, pero ellos no. Seguían bailando, ignorando el mundo. Renata se dejaba llevar, saboreando cada segundo, cada presión, cada latido compartido. Sentía su pene firme, deseándola sin pudor, respondiendo a cada uno de sus movimientos. Era como una coreografía prohibida que solo ellos conocían.

Y mientras el DJ gritaba "¡hasta abajo!", Renata obedecía con gusto, sintiendo cómo su cuerpo reaccionaba a la perfección con el de él. La noche todavía tenía mucho que ofrecer, pero en ese momento, en medio del sudor, la música y las luces, ya se sentía completamente suya.

whatsapp Facebook share link LinkedIn share link Twitter share link Email share link
inicia una conversación
Asesor 1
Gerente
Habla con nuestro gerente
Asesor 1
(Paseo Degollado 66) Matriz
Soporte en Paseo Degollado 66
Asesor 3
(Av. Revolución 669)
Soporte en Av. Revolución 669
Asesor 2
(Avenida Hidalgo 973)
Soporte en Avenida Hidalgo 973

mi cuenta