Una de las creencias más extendidas sobre las relaciones de pareja a largo plazo es que el deseo sexual y la frecuencia de los encuentros íntimos disminuyen hasta casi desaparecer con el paso del tiempo. Frases como “es normal que después de años ya no haya sexo” o “el amor dura, pero el deseo no” se repiten tanto que muchas personas terminan por aceptarlas como verdades absolutas. Pero, ¿es esto realmente cierto o solo un mito cultural?
La realidad es más compleja. Aunque es cierto que la pasión cambia con el tiempo, no necesariamente tiene que desaparecer. La forma en que una pareja gestiona su intimidad, su conexión emocional y su comunicación sexual influye enormemente en cómo evoluciona su vida sexual.
Estudios en psicología y sexología han demostrado que la frecuencia sexual puede disminuir con los años, pero no por una “fuerza natural inevitable”, sino por varios factores: rutina, estrés, falta de comunicación, responsabilidades familiares, cambios hormonales, e incluso expectativas no realistas sobre lo que "debería" ser una vida sexual satisfactoria.
Por otro lado, investigaciones también revelan que muchas parejas de largo plazo mantienen una vida sexual activa, plena y satisfactoria, incluso después de décadas juntas. El deseo no muere por sí solo: muchas veces se va apagando por falta de atención, novedad o conexión emocional.
Algunas de las razones más comunes por las que el deseo sexual puede disminuir en una relación de larga duración son:
Rutina y monotonía: Cuando todo se vuelve predecible, el cerebro pierde interés. La novedad es un fuerte estímulo para el deseo.
Falta de tiempo o energía: El estrés del trabajo, la crianza de hijos y otras responsabilidades pueden dejar a la pareja sin espacio para el placer.
Problemas no resueltos: Conflictos acumulados, resentimientos o heridas emocionales afectan directamente la intimidad.
Falta de comunicación sexual: No hablar abiertamente de deseos, fantasías o necesidades puede llevar al aburrimiento o la desconexión.
Cambios físicos o hormonales: En etapas como la menopausia o andropausia, la sexualidad cambia, pero no desaparece si se adapta con comprensión y apoyo mutuo.
Aunque no hay una fórmula mágica, sí existen prácticas que ayudan a mantener viva la sexualidad en pareja:
Comunicación abierta: Hablar sin tabúes sobre lo que se quiere, lo que no, y cómo se siente el otro es clave.
Explorar nuevas experiencias: Salir de la rutina, probar cosas nuevas (juegos, fantasías, ambientes distintos) y recuperar el sentido del juego sexual.
Cuidar la conexión emocional: Sentirse amado, escuchado y valorado fortalece el vínculo y abre espacio al deseo.
Priorizar el tiempo en pareja: Apartar tiempo exclusivo para estar juntos, sin distracciones, favorece la intimidad.
Consultar a un especialista: Si la pareja está atravesando una etapa difícil en lo sexual, la terapia sexual puede ayudar enormemente.
Decir que el sexo en pareja se acaba con el tiempo es una generalización que ignora la complejidad de las relaciones humanas. Es más acertado decir que el deseo puede transformarse, disminuir o estancarse si no se cuida. Pero también puede renovarse, reinventarse y fortalecerse con intención, compromiso y apertura.
La sexualidad en pareja no tiene que apagarse con los años: puede evolucionar y convertirse en una experiencia aún más rica y significativa. El verdadero mito es creer que ya no hay nada por hacer.
