La pregunta sobre si las personas homosexuales “nacen o se hacen” ha sido motivo de debate, análisis y reflexión durante décadas. Se trata de un tema complejo que involucra no solo aspectos biológicos, sino también psicológicos, culturales y sociales. Las distintas posturas sobre el origen de la homosexualidad reflejan la diversidad de miradas que existen en torno a la sexualidad humana.
Una de las teorías más respaldadas por la ciencia moderna sostiene que la orientación sexual tiene un origen biológico. Es decir, las personas nacen con una predisposición determinada hacia la atracción por un sexo u otro.
Diversos estudios han analizado factores genéticos, hormonales e incluso estructurales del cerebro para explicar la homosexualidad. Por ejemplo, investigaciones con gemelos han mostrado que existe una mayor probabilidad de que ambos hermanos sean homosexuales si comparten el mismo ADN. También se han encontrado diferencias en ciertas regiones cerebrales entre personas heterosexuales y homosexuales.
Por otro lado, durante el desarrollo fetal, las hormonas sexuales juegan un papel clave en la formación de la identidad y la orientación sexual. Algunos científicos argumentan que una exposición diferente a hormonas como la testosterona o el estrógeno podría influir en la orientación sexual futura de una persona.
Esta postura biológica sostiene que la homosexualidad no es una elección, sino una característica innata, como el color de ojos o la altura.
En contrapartida, existen quienes consideran que la orientación sexual también puede estar influenciada por factores sociales, culturales y experiencias de vida. Esta visión no niega la existencia de aspectos biológicos, pero destaca el papel del entorno en la formación de la identidad sexual.
Desde esta perspectiva, la cultura, la educación, las vivencias afectivas, los modelos familiares y las experiencias personales pueden moldear las preferencias sexuales. Por ejemplo, hay teorías que plantean que una crianza libre de estigmas o en ambientes más abiertos a la diversidad facilita que una persona explore su sexualidad sin restricciones, lo cual podría llevarla a identificarse como homosexual, bisexual o con cualquier otra orientación.
Sin embargo, es importante aclarar que esta postura no sostiene que la homosexualidad se “aprenda” como si fuera una conducta imitativa o un comportamiento adquirido deliberadamente. Más bien propone que la sexualidad humana es fluida y que el contexto social puede influir en cómo se vive o se expresa esa orientación.
Muchos especialistas coinciden en que el debate no debería reducirse a un “nacen o se hacen”, ya que la sexualidad es un fenómeno complejo que no se explica solo por un factor.
La orientación sexual parece surgir de una combinación de elementos biológicos, psicológicos y sociales que se entrelazan de manera única en cada individuo. Así, para algunas personas, su atracción por el mismo sexo puede sentirse como algo innato, mientras que otras pueden descubrir o aceptar su orientación en determinadas etapas de la vida, influenciadas por experiencias o contextos.
Lo importante es reconocer que, sea cual sea el origen de la homosexualidad, se trata de una expresión legítima de la diversidad humana, que merece respeto y aceptación.
El debate sobre si las personas homosexuales “nacen o se hacen” continúa abierto y genera distintos puntos de vista. Pero más allá de las teorías científicas o las creencias personales, lo esencial es garantizar que cada persona pueda vivir su orientación sexual de manera libre, auténtica y sin discriminación.
La verdadera pregunta, quizás, no sea cómo surge la homosexualidad, sino por qué aún existen prejuicios que buscan invalidarla o explicarla desde una mirada patologizante.
Aceptar la diversidad es aceptar la riqueza y la complejidad de ser humanos.