Cuando hablamos de sexualidad, muchas veces la idea central es el orgasmo, y en el caso de los hombres, la eyaculación. Se piensa que el clímax masculino implica necesariamente la expulsión de semen, como si fuera el "punto final" de la experiencia sexual. Sin embargo, en prácticas antiguas como el tantra, esta visión es muy distinta. De hecho, el tantra enseña que no eyacular durante las relaciones sexuales no solo es posible, sino que es una vía poderosa para expandir el placer, prolongar la energía vital y alcanzar estados superiores de conciencia.
En el tantra, la energía sexual es vista como una de las fuerzas más poderosas que existen. Esta energía, llamada kundalini, puede ser utilizada no solo para el placer físico, sino también para el crecimiento espiritual. Eyacular se considera, en este contexto, una pérdida de esa energía vital. Cada eyaculación implica, según las enseñanzas tántricas, una liberación de una enorme cantidad de fuerza que podría ser transformada y dirigida hacia otras dimensiones del ser: la creatividad, la salud, la sabiduría y la expansión espiritual.
La práctica tántrica propone que el hombre aprenda a separar el orgasmo de la eyaculación. Es decir, que pueda experimentar el éxtasis del orgasmo sin necesidad de expulsar semen. ¿Cómo es esto posible? A través de la respiración consciente, el control muscular (especialmente del músculo pubocoxígeo o PC) y una profunda conexión mental con el cuerpo. Con entrenamiento, el hombre puede llevar la energía sexual a lo largo de su cuerpo, sentir orgasmos más extensos y menos localizados en los genitales, e incluso tener múltiples orgasmos sin perder su energía vital.
Desde el punto de vista tántrico, no eyacular durante las relaciones sexuales trae varios beneficios:
Mayor vitalidad y energía diaria: Al conservar el semen, se preserva también la energía física y mental, lo que puede traducirse en más vigor y claridad en la vida cotidiana.
Sexo más prolongado y satisfactorio: Al no estar enfocado en llegar al clímax, el hombre puede disfrutar de encuentros sexuales mucho más largos, con mayor intimidad y conexión emocional.
Profundización del vínculo de pareja: Al practicar sexo tántrico, las parejas desarrollan una comunicación más profunda, basada en la presencia y el intercambio de energía, más allá de la simple gratificación física.
Desarrollo espiritual: El control de la energía sexual es considerado en el tantra como un camino hacia el autoconocimiento y la trascendencia. El orgasmo no eyaculatorio puede ser una puerta a experiencias místicas y estados alterados de conciencia.
Ahora bien, no se trata de reprimir la eyaculación de manera tensa o forzada. El tantra enseña a sublimar esa energía, no a bloquearla. Si la práctica se realiza desde la ansiedad o la autoexigencia, puede volverse contraproducente. La clave está en relajarse, respirar profundamente, sentir el cuerpo y aprender a mover la energía en lugar de simplemente liberarla.
Por supuesto, este tipo de prácticas requieren tiempo, paciencia y dedicación. No es algo que se logre de la noche a la mañana. Muchos hombres comienzan explorando ejercicios de fortalecimiento del suelo pélvico, técnicas de respiración tántrica y meditaciones enfocadas en el flujo de energía sexual.
En resumen, el tantra propone una visión revolucionaria del sexo: una en la que no se busca el clímax como meta, sino la expansión del placer, la conexión y el crecimiento interior. No eyacular durante las relaciones sexuales, lejos de ser una carencia, puede convertirse en una fuente de poder, vitalidad y amor más profundo. La sexualidad, según el tantra, no termina con un orgasmo: apenas comienza con la conciencia plena de cada instante vivido.