Las fantasías sexuales forman parte natural de la vida íntima. Son proyecciones de deseos, escenarios o prácticas que, aunque no siempre se lleven a cabo, estimulan la imaginación y pueden enriquecer la experiencia sexual. No hay una lista “correcta” de fantasías; cada persona las desarrolla de forma única según su historia, gustos y límites. Sin embargo, existen algunas fantasías que se repiten con frecuencia entre distintas personas y culturas. El reto está en llevarlas a la práctica de manera segura, respetuosa y consensuada.
Diversos estudios y encuestas han identificado patrones en las fantasías sexuales más frecuentes, tanto en hombres como en mujeres, y también en personas de género diverso. Entre ellas destacan:
Juego de roles: interpretar personajes o escenarios distintos, como profesor/a–estudiante, jefe/a–empleado/a, médico/a–paciente, entre otros.
Dominación y sumisión (BDSM): explorar dinámicas de poder consensuadas, desde ataduras hasta juegos de control verbal o físico.
Sexo en lugares públicos o semi-públicos: buscar la adrenalina de lo prohibido y la exposición.
Tríos o sexo grupal: interacción con más de una persona en la misma experiencia sexual.
Voyeurismo o exhibicionismo: observar o ser observado/a en contextos íntimos.
Fantasías con pareja del mismo sexo: experimentar atracción o curiosidad hacia otras orientaciones.
Antes de intentar cualquier fantasía, la conversación es esencial. Compartir fantasías puede generar vulnerabilidad, por lo que es importante crear un ambiente de confianza y no juzgar.
Hablar en un momento relajado, fuera del acto sexual.
Escuchar con apertura y respeto.
Reconocer que fantasear no significa necesariamente querer hacerlo en la vida real.
No todas las fantasías son seguras o legales, por lo que la clave es adaptarlas a un marco que respete la integridad física y emocional de todos los involucrados.
a) Juego de roles
Seguridad: acordar de antemano los límites y el guion aproximado.
Consejo: usar disfraces, frases o accesorios para ambientar sin poner en riesgo a nadie.
b) BDSM
Seguridad: establecer una palabra o señal de seguridad (“safe word”) para detener la acción inmediatamente si hay incomodidad o dolor no deseado.
Consejo: aprender técnicas básicas para evitar lesiones, especialmente en ataduras.
c) Lugares públicos
Seguridad: optar por espacios privados que imiten el ambiente público, como un balcón privado, un auto estacionado en propiedad privada o una habitación con ventana cubierta por cortinas traslúcidas.
Consejo: evitar actividades que puedan acarrear consecuencias legales.
d) Tríos o sexo grupal
Seguridad: uso estricto de protección y pruebas de ITS recientes entre todos los participantes.
Consejo: acordar previamente las reglas y dinámicas, incluyendo qué prácticas están permitidas y cuáles no.
e) Voyeurismo o exhibicionismo
Seguridad: practicar solo en contextos privados o con personas que han dado su consentimiento.
Consejo: grabaciones o fotos deben tomarse y compartirse únicamente con permiso explícito y por medios seguros.
Llevar una fantasía a la realidad implica considerar no solo la seguridad física, sino también el impacto emocional:
Consentimiento informado: todos los involucrados deben entender y aceptar lo que ocurrirá.
Protección contra ITS: uso de preservativos, barreras bucales y lubricantes adecuados.
Respeto por los límites: no insistir en prácticas que generen rechazo o incomodidad.
Cuidado posterior (aftercare): especialmente en prácticas intensas como BDSM, brindar atención, afecto y conversación después del encuentro para garantizar bienestar emocional.
No todas las fantasías deben llevarse a cabo. Algunas funcionan mejor como estímulo mental o parte del juego erótico imaginario. Si una fantasía es riesgosa, ilegal o no consensuada, lo mejor es recrearla de forma segura mediante narrativa, role play simbólico o erotismo verbal.